En Allariz, un lugar donde el río se funde con la historia y la tradición de un pueblo estrechamente ligada al curso de sus aguas; descubrí la historia... la historia de un molino:

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Un molino al que le tocó estar al margen izquierdo del río Arnoia y sólo por ese motivo se convirtió en molino harinero y no de curtidos.

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Un molino que nació como edificio y que se convirtió en referente de una comarca, un molino con tres piedras de moler que eran la envidia de muchos otros molinos, un molino que escuchó canciones en su interior, que cobijó reuniones de pueblo, que fué testigo de decisiones entre vecinos, que albergó secretos, un molino que sufrió los avances tecnológicos e intentó sin mucho éxito convertirse en central eléctrica, un molino que sufrió saqueos, un molino que lo fué todo y que acabó como muchos otros siendo nada, una ruina.

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Pero una ruina por la que todavía fluye el agua, y al igual que la sangre mantiene vivo un organismo, esta agua volverá a darle vida.

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